Carne marmórea
Caminando bajo cielos extraños al cobijo de las almas muertas,
donde nadie te encuentra, donde tus ancestros descansan,
por todos desconocida, bajo pena de muerte mentada,
la pútrida tristeza y hambrienta mirada,
de los cielos olvidada, por todos denostada, por los pecados de todos y ninguno maltratada.
La memoria por los gusanos devorada una y otra vez en tu cama,
dormitando sobre los recuerdos desvanecidos y que a nadie importaban,
pisando tierra santa más allá del Grial, un tesoro común, destinos y rutas encriptadas,
lánguidas puertas, enfermizas miradas, cruzando jambas, soportales, plazas y otras encrucijadas,
partiendo de la misma base, cruzando el mismo sendero, misma pena, misma pala.
Entierre usted las eternas y mismas palabras.
Asevere con gracia las delicias del verbo-dios, de la resurreción hecha palabra.
Juzgue como suyos los pecados de los que yacen y pague,
alcahueta y religión mediante, por su amado, por su amada.
Que no todos somos así mi amor, que no todos perdemos el alma,
que no todos tenemos la misma y dichosa mirada al verte,
que no todos gozamos con vuestras palabras,
que no hay dios que nos comprenda y no hay tumba lo suficientemente ancha,
para matar los recuerdos, ni sepultura que la pena valga,
en tu esquela, junto a mí escribirán "por siempre querida, enertamente amada",
y así en nuestra última guarida, entre mármol y ángeles pretéritos, héroes y pírricas hazañas,
junto a frases bonitas y falsas esperanzas, la mentira que nos desunía, pero ya no nos separa,
sepultada por mil kilos de tierra y lápidas eternamente descansa.
Hugo Alvarado Gómez ®
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